La leche materna es el mejor alimento que puede recibir un recién nacido. Sin embargo, hay casos en los que la madre no puede amamantar a su hijo. La leche de donante se necesita en algunos prematuros (con menos de 1,500 kgs. de peso) o en neonatos que han sido sometidos a alguna intervención quirúrgica y que no pueden alimentarse directamente del pecho de la madre.
La leche contiene proteínas, anticuerpos y grasas que aseguran el crecimiento y protegen al lactante contra infecciones generalizadas graves y combate las necrosis intestinales. También ha demostrado ser beneficiosa para el desarrollo neurológico y visual.
La Organización Mundial de la Salud recomienda alimentar al recién nacido exclusivamente con lactancia materna durante los primeros seis meses de vida, dado que ésta le aporta los beneficios nutricionales necesarios para crecer.
Por esta razón, la selección de las donantes, la recogida y almacenamiento de la leche en condiciones óptimas y su pasteurización previa al consumo, junto con estrictos controles de calidad, conceden a la leche humana donada la seguridad y los beneficios necesarios.
La leche donada se recibe, se procesa, se almacena y se distribuye según indicación médica.